No seáis nunca hombres y mujeres tristes: un cristiano jamás puede serlo. Nunca os dejéis vencer
por el desánimo. Nuestra alegría no es algo que nace de tener tantas cosas, sino de haber
encontrado a una persona, Jesús; que está entre nosotros.
He aquí, pues, la invitación que hago a todos: acojamos la gracia de la Resurrección de Cristo.
Dejémonos renovar por la misericordia de Dios, dejémonos amar por Jesús, dejemos que la fuerza
de su amor transforme también nuestras vidas; y hagámonos instrumentos de esta misericordia,
cauces a través de los cuáles Dios pueda regar la tierra, custodiar toda la creación y hacer florecer
la justicia y la paz.
Recordemos que el odio, la envidia, la soberbia ensucian la vida. Custodiar quiere decir entonces
vigilar sobre nuestros sentimientos, nuestro corazón, porque ahí es dónde salen las intenciones
buenas y malas: las que construyen y las que destruyen. No debemos tener miedo de la bondad,
más aún, ni siquiera de la ternura. "Si no confesamos a Jesucristo seremos una ONG piadosa,
pero no la Iglesia, esposa del Señor"
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